jueves, febrero 21

Cabos sueltos

No sé si os sonará el nombre de Chris Claremont. Supongo que a la mayoría de los presentes sí. Para los neófitos en el cómic, decir que Chris Claremont fue el guionista inglés que junto al dibujante John Byrne elevó la serie de la Patrulla X a todo un hito de los comics books de superhéroes. Si no me equivoco, cogió la colección a finales de los setenta, cuando nadie daba un colín por ella, se puso manos a la obra y la convirtió en un producto superventas que sigue coleando hoy en día.

Chris Claremont supo dar matices a los perfiles de los superhérores que hasta ahora ninguno de los guionistas anteriores había sabido plasmar. Convirtió sus sagas en un continuo trasiego alrededor del mundo. Introdujo el concepto de aventura en un universo que andaba un pelín desinflado tras la reestructuración llevada a cabo en la antigua formación de la Patrulla X. Además, supo cohesionar elementos de ciencia ficción pura como «Días del futuro pasado» con situaciones dramáticas como las que se daban en la saga de Fénix Oscura.

No obstante, si Claremont tuvo (y digo “tuvo” porque no he seguido sus últimas incursiones en las colecciones mutantes) en sus guiones una característica especial que a mí siempre me ha fascinado, fue la de ser capaz de dosificar un sin fin de cabos sueltos en decenas de colecciones y retomarlos en el momento preciso. Claremont fue un maestro del detalle. Sabía situar a sus personajes en situaciones extremas, solventarlas con éxito (o no con tanto éxito, debo admitir que el final de Fénix Oscura siempre me pareció un poco deux machine), pero también sabía dejar al azar pequeños detalles inconclusos que más adelante retomaría. Recordemos a Illyana Rasputín (la hermana de Coloso), una niña inocente incapaz de desarrollar sus poderes mutantes hasta que el hechicero Belasco, un demonio que reina en el Limbo, la secuestra y obliga a la Patrulla X a acudir a su rescate. La aventura se desarrolla en tan sólo unos minutos, pero el tiempo entre nuestro mundo y el Limbo no transcurre de igual manera. Illyana pierde su inocencia como esclava de Belasco. Obtiene sus poderes mutantes: abrir portales dimensionales por nuestro mundo, pero a cambio sacrifica su niñez y acaba traumatizada por la mala vida que Belasco le da en las entrañas del Limbo.

Pues bien, esa pequeña aventura de cuatro o cinco números es el detonante de uno de los crossovers más macabros que la editorial Marvel ha publicado en mucho tiempo: Inferno. En él asistimos a la invasión de los demonios del Limbo a la Tierra. Luchas fraticidas, guerras entre superhéroes, una Manhattan que poco a poco se transforma en una suerte de hervidero incandescente en donde los objetos cobran vida y los edificios se demonizan. Durante veinte cómics muy intensos, hay momentos memorables; los ascensores del Empire State devorando a turistas y vomitando ríos de sangre y huesos, o los túneles del metro de Nueva York convertidos en un nudo de pasadizos infernales en donde las peores pesadillas de Daredevil se hacen realidad. En este paisaje infernal es donde Claremont desarrolla la verdadera saga de la Niña Oscura, cuya semillita nació muchos años antes. Illyana (o Magik, llámenla como quieran) es tentada por S’ym, el jefe de los demonios del Limbo, para convertirse en la Niña Oscura. Belasco introdujo en ella una sombra maligna que amenaza con convertirla en una reina tenebrosa, así que Illyana debe combatir contra los demonios que tratan de dominarla mientras intenta conservar los ideales que la convierten en una verdadera heroína.

Sin duda Inferno fue una de las sagas más impactantes publicadas por Marvel (que le da mil vueltas argumentalmente a bodrios infumables como la Civil War), pero cuando nos detenemos a estudiarla, vemos que la historia tiene unos cimientos de hormigón armado. Claremont se preocupó durante años de diseminar una serie de pistas por todas las colecciones mutantes que desembocaron en algo más grande. Al contrario que otros guionistas actuales, fue fiel a sí mismo, se mantuvo al frente de la editorial con un producto denostado, lo reinventó y jugó con él argumentalmente. No usó elementos artificiosos creados gratuitamente. Tampoco desvirtuó a los personajes, sino todo lo contrario, los potenció, los trató con cariño y los elevó a mitos del comic boock norteamericano. La saga de la Niña Oscura es tan sólo una muestra de los grandes momentos que el guionista de Londres nos obsequió a lo largo de su estancia en la Patrulla X. El juicio de Magneto, la resurrección de Jean Grey, la masacre de los mutantes, el virus del Legado… son claros ejemplos del talento que caracterizó a Claremont y de la extraordinaria capacidad creatividad que volcó en sus obras.

Claremont fue el maestro de los cabos sueltos. Era capaz de dejar un detalle sin resolver para una década más tarde volver sobre él y atarlo de alguna manera sorprendente. Su capacidad no tenía límites. Pocos autores en la historia del comic boock de superhéroes han mostrado una exhaustividad tan prolífica como la del escritor inglés.

By David Mateo with 3 comments

3 comentarios:

Ejem...

Y yo que siempre he pensado que Claremont se olvidaba de las tramas y las recuperaba cuando no se le ocurría nada nuevo...

Eso sí, la mejor etapa de cualquier serie, serial, historia o saga de la Historia (no hay redundancia, porque esta última es en mayúscula) del cómic, es La Saga de Fénix Oscura.

Sus cómics te hacen sentir como testigo de la vida de una familia, la mutante, la de los X-Men, que al contrario que otros grandes iconos, crece, evoluciona y te hace encariñarte con sus desventuras (más que aventuras).

Chris Claremont incluso planteó el final de la serie (ignoro si pretendidamente o por casualidad) al final de La Caída de los Mutantes, cuando Marvel debería haber dado carpetazo al concepto y habría sido un canto del cisne que dificilmente se podría superar.

Ahora, pues bueno, tenemos los actuales títulos, más mesurados que los de los 90. deudores de su trabajo y la imagen tomada para las películas es la suya, la que él y John Byrne crearon.

Lástima de tercera parte... Que manera de desperdiciar al Fénix...

Un saludín

Por cierto, feliz Gran Día de la Literatura...

Es el único día cada 2 años en que se habla de libros en todas partes y hay auténtica fiebre por ellos. Vale, por siete títulos en concreto, pero, leñe , libros son.

Un saludín

(Ah, y Laura Gallego en Onda, y yo no me enteré. Si es que...)

Muy rápido porque le he robado el ordenador al dire.

El gran problema de Claremont es que creaba tantas subtramas que alguna siempre se le escapaba (como la del Legado), pero yo creo que el resultado final es bastante positivo.

Ale, me piro que me tiran :-)

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