El otro día leía en Sedice un debate bastante profuso sobre la disposición de la ciencia ficción en los distintos puntos de venta. Los más apostaban por un espacio fragmentado en el que el librero pudiera referenciar por subgéneros los libros (ya saben, aquello de Hard, Steampunk, Space Opera, etc etc…); otros, los menos, alegaban que a estas alturas, con el descalabro que lleva encima la ciencia ficción, ya podemos dar gracias de que el género conserve su pequeña parcela en la librería y que Dios nos pille confesados.
Yo lo tengo muy claro. Si la ciencia ficción quiere salvarse, lo que menos necesita son salvadores de la patria que se dediquen a pregonar a los cuatro vientos lo que el lector de a pie debe o no debe consumir y tratar de dar un aire fresco y divertido del género de cara al exterior. Cojamos el toro por los cuernos: hoy por hoy, la gente no lee ciencia ficción. Las colecciones disminuyen su número, las tiradas bajan, sólo los libros de las editoriales más potentes llegan a la mesa de novedades y su paso es efímero. Las devoluciones de las distribuidoras aumentan. Eso sólo tiene una explicación, la ciencia ficción, al igual que la fantasía, es un tema que al lector mayoritario no le resulta atractivo.
Si encima, desde la sección fandomita más elitista se amartilla con discursos de lo que el lector debe o no debe leer, esto acaba convirtiéndose en un mercadeo de voluntades que probablemente acabará degenerando en la escabechina del género.
Por otro lado, me resulta hilarante el tema de la subdivisión de los géneros en el puesto de venta. He sido librero durante años, mi novia es librera, el setenta por cien de mis amigos trabajan en librerías importantes de Valencia (París Valencia, Soriano…) y puedo decir que lo que menos le importa a los libreros es la catalogación de libros que no se venden. ¿Cuántas veces hemos ido a la sección de ciencia ficción del Centro Comercial X y hemos visto una novela de intriga entre los lomos de los otros libros y hemos pensado: esto qué coño hace aquí? ¿Cuál es el espacio que el Corte Inglés, en los últimos años, viene reservando a los libros de género? No sé lo que pasará en Barcelona y Madrid, pero en Valencia, tercera ciudad de España, el mueble expositor se ha reducido a un simple estand en el que se mezcla cifi con género fantástico. ¿Y estamos pidiendo una catalogación de géneros? ¿Para quién? ¿Para nosotros, los aficionados al género, o para el gran público? Porque si nos dirigimos al gran público, lo primero que hay que lograr es que ese público lea ciencia ficción, no que se rompa las neuronas intentando averiguar lo que significa especulación onírica o psicoficción. Y por supuesto, el mensaje que debe mandarse a la persona virgen que llega por primera vez al mundillo es: «Mira cuántos libros hay, elige», y no: «No leas esto porque es inmaduro y la buena ciencia ficción es ésta.» Hasta el animador a la lectura más tonto sabe que en la elección del libro se encuentra el deseo por descubrir nuevos mundos.
¿Luchar por dignificar la ciencia ficción? Me parece muy bien. Hay que dignificarla, darle valor y sacarle brillo. Pero ahora mismo, lo que estamos abrillantando es un ataúd lleno de clavos para un enfermo que huele muy mal. Primero salvemos al paciente, démosle medicinas (lo siento, me salió la vena Villalonga), saquémoslo del hospital y luego ya lo vestiremos con ropas bonitas, atractivas o, incluso, con chaqué y pajarita, como quieren representarlo algunos… pero primero salvémoslo. Que la ciencia ficción, ahora mismo, se encuentra en un lugar crítico y está en el disparadero del ochenta por cien de las editoriales. Que la sección de cifi y de fantasía es conocida entre los libreros como el Rincón del Friki (algo que parece que muchos no se han dado cuenta)… y si recibe ese nombre es porque el género, hoy por hoy, es considerado como un libro menor. Y no nos llevemos a engaño, ese desprecio no se gesta por falta de calidad en las obras editadas, sino por una recesión de tiradas y ventas. No hay más. Si los libros de ciencia ficción vendieran tan bien como la novela juvenil, histórica o romántica (sí, la romántica vende muy bien… no hay más que echar un vistazo a la mesa de novedades o contar cuantos sellos específicos hay de literatura romántica y cuántos de ciencia ficción), los libreros cantarían aquello de «Dios salve a la Reina, Dios salve a la ciencia ficción», pero las cosas, hoy por hoy, no funcionan así y el mercado no está para tirar cohetes… ni siquiera para encenderlos.
No esperemos la publicación electrónica como el maná que salvará la ciencia ficción, porque nos encontramos ante un futuro incierto que ni los propios profesionales del sector conocen. Faltan de tres a cinco años para que el formato electrónico se equipare al papel, y otros tantos para que el formato electrónico ocupe un lugar predominante. ¿Saben cuántas editoriales de género pueden perderse en el camino? ¿Aguantará el enfermo de aquí a entonces con medicinas limitadas? ¿El gran público dará su avenencia a la ciencia ficción cuando se consoliden los nuevos formatos? ¿Tanto cambiará la perspectiva del gran lector —y ojo, vuelvo a hablar del gran lector, aquel que compra compulsivamente y cuya intervención empuja o hunde a un título en la mesa de novedades—? ¿Va a cambiar tanto el panorama literario como para que géneros que ahora no funcionan se conviertan en géneros que resulten rentables? Permítanme, cuanto menos, mantener mi vena prudente y ser un tanto escéptico a ciertas cuestiones. Voy a entonar aquello de hasta que no lo vea, no lo creeré. Y ojala lo vea porque buena señal será, pero hoy por hoy, con perspectivas de editores profesionales, consciente de la inercia que está tomando el mundo editorial y escuchando comentarios de otros autores, no lo veo ni pa’trás.
Ustedes mismos. Rompemos la burbuja o seguimos viviendo en ella.
Yo lo tengo muy claro. Si la ciencia ficción quiere salvarse, lo que menos necesita son salvadores de la patria que se dediquen a pregonar a los cuatro vientos lo que el lector de a pie debe o no debe consumir y tratar de dar un aire fresco y divertido del género de cara al exterior. Cojamos el toro por los cuernos: hoy por hoy, la gente no lee ciencia ficción. Las colecciones disminuyen su número, las tiradas bajan, sólo los libros de las editoriales más potentes llegan a la mesa de novedades y su paso es efímero. Las devoluciones de las distribuidoras aumentan. Eso sólo tiene una explicación, la ciencia ficción, al igual que la fantasía, es un tema que al lector mayoritario no le resulta atractivo.
Si encima, desde la sección fandomita más elitista se amartilla con discursos de lo que el lector debe o no debe leer, esto acaba convirtiéndose en un mercadeo de voluntades que probablemente acabará degenerando en la escabechina del género.
Por otro lado, me resulta hilarante el tema de la subdivisión de los géneros en el puesto de venta. He sido librero durante años, mi novia es librera, el setenta por cien de mis amigos trabajan en librerías importantes de Valencia (París Valencia, Soriano…) y puedo decir que lo que menos le importa a los libreros es la catalogación de libros que no se venden. ¿Cuántas veces hemos ido a la sección de ciencia ficción del Centro Comercial X y hemos visto una novela de intriga entre los lomos de los otros libros y hemos pensado: esto qué coño hace aquí? ¿Cuál es el espacio que el Corte Inglés, en los últimos años, viene reservando a los libros de género? No sé lo que pasará en Barcelona y Madrid, pero en Valencia, tercera ciudad de España, el mueble expositor se ha reducido a un simple estand en el que se mezcla cifi con género fantástico. ¿Y estamos pidiendo una catalogación de géneros? ¿Para quién? ¿Para nosotros, los aficionados al género, o para el gran público? Porque si nos dirigimos al gran público, lo primero que hay que lograr es que ese público lea ciencia ficción, no que se rompa las neuronas intentando averiguar lo que significa especulación onírica o psicoficción. Y por supuesto, el mensaje que debe mandarse a la persona virgen que llega por primera vez al mundillo es: «Mira cuántos libros hay, elige», y no: «No leas esto porque es inmaduro y la buena ciencia ficción es ésta.» Hasta el animador a la lectura más tonto sabe que en la elección del libro se encuentra el deseo por descubrir nuevos mundos.
¿Luchar por dignificar la ciencia ficción? Me parece muy bien. Hay que dignificarla, darle valor y sacarle brillo. Pero ahora mismo, lo que estamos abrillantando es un ataúd lleno de clavos para un enfermo que huele muy mal. Primero salvemos al paciente, démosle medicinas (lo siento, me salió la vena Villalonga), saquémoslo del hospital y luego ya lo vestiremos con ropas bonitas, atractivas o, incluso, con chaqué y pajarita, como quieren representarlo algunos… pero primero salvémoslo. Que la ciencia ficción, ahora mismo, se encuentra en un lugar crítico y está en el disparadero del ochenta por cien de las editoriales. Que la sección de cifi y de fantasía es conocida entre los libreros como el Rincón del Friki (algo que parece que muchos no se han dado cuenta)… y si recibe ese nombre es porque el género, hoy por hoy, es considerado como un libro menor. Y no nos llevemos a engaño, ese desprecio no se gesta por falta de calidad en las obras editadas, sino por una recesión de tiradas y ventas. No hay más. Si los libros de ciencia ficción vendieran tan bien como la novela juvenil, histórica o romántica (sí, la romántica vende muy bien… no hay más que echar un vistazo a la mesa de novedades o contar cuantos sellos específicos hay de literatura romántica y cuántos de ciencia ficción), los libreros cantarían aquello de «Dios salve a la Reina, Dios salve a la ciencia ficción», pero las cosas, hoy por hoy, no funcionan así y el mercado no está para tirar cohetes… ni siquiera para encenderlos.
No esperemos la publicación electrónica como el maná que salvará la ciencia ficción, porque nos encontramos ante un futuro incierto que ni los propios profesionales del sector conocen. Faltan de tres a cinco años para que el formato electrónico se equipare al papel, y otros tantos para que el formato electrónico ocupe un lugar predominante. ¿Saben cuántas editoriales de género pueden perderse en el camino? ¿Aguantará el enfermo de aquí a entonces con medicinas limitadas? ¿El gran público dará su avenencia a la ciencia ficción cuando se consoliden los nuevos formatos? ¿Tanto cambiará la perspectiva del gran lector —y ojo, vuelvo a hablar del gran lector, aquel que compra compulsivamente y cuya intervención empuja o hunde a un título en la mesa de novedades—? ¿Va a cambiar tanto el panorama literario como para que géneros que ahora no funcionan se conviertan en géneros que resulten rentables? Permítanme, cuanto menos, mantener mi vena prudente y ser un tanto escéptico a ciertas cuestiones. Voy a entonar aquello de hasta que no lo vea, no lo creeré. Y ojala lo vea porque buena señal será, pero hoy por hoy, con perspectivas de editores profesionales, consciente de la inercia que está tomando el mundo editorial y escuchando comentarios de otros autores, no lo veo ni pa’trás.
Ustedes mismos. Rompemos la burbuja o seguimos viviendo en ella.