martes, septiembre 30

Al muerto, medicinas... pero de las buenas.

El otro día leía en Sedice un debate bastante profuso sobre la disposición de la ciencia ficción en los distintos puntos de venta. Los más apostaban por un espacio fragmentado en el que el librero pudiera referenciar por subgéneros los libros (ya saben, aquello de Hard, Steampunk, Space Opera, etc etc…); otros, los menos, alegaban que a estas alturas, con el descalabro que lleva encima la ciencia ficción, ya podemos dar gracias de que el género conserve su pequeña parcela en la librería y que Dios nos pille confesados.

Yo lo tengo muy claro. Si la ciencia ficción quiere salvarse, lo que menos necesita son salvadores de la patria que se dediquen a pregonar a los cuatro vientos lo que el lector de a pie debe o no debe consumir y tratar de dar un aire fresco y divertido del género de cara al exterior. Cojamos el toro por los cuernos: hoy por hoy, la gente no lee ciencia ficción. Las colecciones disminuyen su número, las tiradas bajan, sólo los libros de las editoriales más potentes llegan a la mesa de novedades y su paso es efímero. Las devoluciones de las distribuidoras aumentan. Eso sólo tiene una explicación, la ciencia ficción, al igual que la fantasía, es un tema que al lector mayoritario no le resulta atractivo.

Si encima, desde la sección fandomita más elitista se amartilla con discursos de lo que el lector debe o no debe leer, esto acaba convirtiéndose en un mercadeo de voluntades que probablemente acabará degenerando en la escabechina del género.

Por otro lado, me resulta hilarante el tema de la subdivisión de los géneros en el puesto de venta. He sido librero durante años, mi novia es librera, el setenta por cien de mis amigos trabajan en librerías importantes de Valencia (París Valencia, Soriano…) y puedo decir que lo que menos le importa a los libreros es la catalogación de libros que no se venden. ¿Cuántas veces hemos ido a la sección de ciencia ficción del Centro Comercial X y hemos visto una novela de intriga entre los lomos de los otros libros y hemos pensado: esto qué coño hace aquí? ¿Cuál es el espacio que el Corte Inglés, en los últimos años, viene reservando a los libros de género? No sé lo que pasará en Barcelona y Madrid, pero en Valencia, tercera ciudad de España, el mueble expositor se ha reducido a un simple estand en el que se mezcla cifi con género fantástico. ¿Y estamos pidiendo una catalogación de géneros? ¿Para quién? ¿Para nosotros, los aficionados al género, o para el gran público? Porque si nos dirigimos al gran público, lo primero que hay que lograr es que ese público lea ciencia ficción, no que se rompa las neuronas intentando averiguar lo que significa especulación onírica o psicoficción. Y por supuesto, el mensaje que debe mandarse a la persona virgen que llega por primera vez al mundillo es: «Mira cuántos libros hay, elige», y no: «No leas esto porque es inmaduro y la buena ciencia ficción es ésta.» Hasta el animador a la lectura más tonto sabe que en la elección del libro se encuentra el deseo por descubrir nuevos mundos.

¿Luchar por dignificar la ciencia ficción? Me parece muy bien. Hay que dignificarla, darle valor y sacarle brillo. Pero ahora mismo, lo que estamos abrillantando es un ataúd lleno de clavos para un enfermo que huele muy mal. Primero salvemos al paciente, démosle medicinas (lo siento, me salió la vena Villalonga), saquémoslo del hospital y luego ya lo vestiremos con ropas bonitas, atractivas o, incluso, con chaqué y pajarita, como quieren representarlo algunos… pero primero salvémoslo. Que la ciencia ficción, ahora mismo, se encuentra en un lugar crítico y está en el disparadero del ochenta por cien de las editoriales. Que la sección de cifi y de fantasía es conocida entre los libreros como el Rincón del Friki (algo que parece que muchos no se han dado cuenta)… y si recibe ese nombre es porque el género, hoy por hoy, es considerado como un libro menor. Y no nos llevemos a engaño, ese desprecio no se gesta por falta de calidad en las obras editadas, sino por una recesión de tiradas y ventas. No hay más. Si los libros de ciencia ficción vendieran tan bien como la novela juvenil, histórica o romántica (sí, la romántica vende muy bien… no hay más que echar un vistazo a la mesa de novedades o contar cuantos sellos específicos hay de literatura romántica y cuántos de ciencia ficción), los libreros cantarían aquello de «Dios salve a la Reina, Dios salve a la ciencia ficción», pero las cosas, hoy por hoy, no funcionan así y el mercado no está para tirar cohetes… ni siquiera para encenderlos.

No esperemos la publicación electrónica como el maná que salvará la ciencia ficción, porque nos encontramos ante un futuro incierto que ni los propios profesionales del sector conocen. Faltan de tres a cinco años para que el formato electrónico se equipare al papel, y otros tantos para que el formato electrónico ocupe un lugar predominante. ¿Saben cuántas editoriales de género pueden perderse en el camino? ¿Aguantará el enfermo de aquí a entonces con medicinas limitadas? ¿El gran público dará su avenencia a la ciencia ficción cuando se consoliden los nuevos formatos? ¿Tanto cambiará la perspectiva del gran lector —y ojo, vuelvo a hablar del gran lector, aquel que compra compulsivamente y cuya intervención empuja o hunde a un título en la mesa de novedades—? ¿Va a cambiar tanto el panorama literario como para que géneros que ahora no funcionan se conviertan en géneros que resulten rentables? Permítanme, cuanto menos, mantener mi vena prudente y ser un tanto escéptico a ciertas cuestiones. Voy a entonar aquello de hasta que no lo vea, no lo creeré. Y ojala lo vea porque buena señal será, pero hoy por hoy, con perspectivas de editores profesionales, consciente de la inercia que está tomando el mundo editorial y escuchando comentarios de otros autores, no lo veo ni pa’trás.

Ustedes mismos. Rompemos la burbuja o seguimos viviendo en ella.

By David Mateo with 17 comments

17 comentarios:

Ese es el gran problema de la ciencia ficción en España, que siempre hemos visto nuestra propia perspectiva y nadie se ha parado a ver la opinión del que está fuera. Puede que ya sea demasiado tarde, porque no eres el primer autor que avisa de algo inevitable.

Estoooo, ehemmmm
Yo creo que meter en un mismo saco terror, fantasía y cf, no beneficía a nadie. Es un pecado comercial. Es como vender embutidos, huevos y escobas en el mismo aparador.

La CF no está de moda. Pues no Lo que sí estamos viendo es que algunas temáticas no hace tanto reservadas a CF hoy se ofrecen al público general.

Por otro lado, para promocionar novedades preciso de etiquetas “novedosas”. Eso ayuda a “diferenciar” el producto y facilita –y no sabes cómo- el lanzamiento. De tener una referencia molona –etiqueta- a ir en bolas, lo que cambia la cosa. Es lo que están haciendo autores CF en Chile, con bastante éxito (eso dicen ellos)

En resumidas cuentas que hago con un título de CF.
a- Ver si cuela en el mercado mainstream, para lo cual
b- intento asociarlo a un concepto comercial -“etiqueta”- con calado social.
c- Si no cuela, por favor, no reducir su pequeño ghetto aún más obligándole a compartir celda con judíos y gitanos. Clarificar su mercado-gheto y al menos posicionarlo allí.

Por último, decir que todo tiene un precio, jugar la baza de la literatura comercial también. A veces es mejor ir de underground, elitista, selecto total. Hay autores que, no siendo sus planteamiento aceptados por el mercado, ganan una pasta en el sector de "atipicos" gracias a su elitismo. ¿O no? Un campo ciertamente interesante.

Primero clasifiquémonos como autores y marquemos nuestras metas: ¿autor profesional o autor underground?
Luís, yo no sé tú, pero yo quiero sacar el máximo rendimiento a mis obras. Me cuesta un año escribir un libro y no me apetece ir de underground por la vida. No renuncio en absoluto a la gente que me da de comer, pero yo quiero añadir, no restar lectores a mis libros. Más que nada, porque al final del ejercicio económico el editor revisará mis números y me dirá: chico, te vendes cojonudamente como autor de género, eres underground y eres guay, desarrollas muy bien eso que se llama contracultura, pero cada vez vendes menos y a nivel comercial no funcionas, así que búscate otra editorial.
Por otro lado, piensa que yo no coloco los libros en la sección de literatura. Si quieres te presento a un par de libreros valencianos y le explicamos juntos (no te preocupes, que no te dejo sólo ante el peligro) eso de la clasificación por subgéneros en libros que ellos consideran deficitarios. Te vaticino que podrían decirte: pero si el mejor libro de fantasía o cifi no le hace sombra al peor thriller yanqui. A los libreros no les hables de clasificaciones. Estamos en tiempo de crisis (échale un vistazo al artículo de abajo), háblales de rentabilidad, háblales de supervivencia.
Además, hoy por hoy, la mercadotecnia de una gran superficie no funciona a base de deseos y buenos propósitos, funciona a base de rentabilidad, y la propia ciencia ficción se tiene que rescatar a sí misma del gueto en el que ha caído ella solita. Si no estará condenada.
Ojala los libreros se dieran cuenta de que ciencia ficción, terror y fantasía son conceptos diferentes (¿se lo explicamos al Sr. Corte Inglés a ver si se para a escucharnos?), pero ellos catalogan libros por: libro rentable, género rentable y luego, el resto, al patatal. Que suena chungo, pues sí, suena chungo. Pero no podemos luchar contra gigantes con caballos de paja. ¿Qué se tiene que hacer para rescatar el género? Lo que ya sabemos es lo que no se tiene que hacer, y es lo que se ha hecho hasta ahora, porque lo que se ha hecho hasta ahora ha conducido a la ciencia ficción donde se encuentra. Pues muy bien, que los críticos, nuevos y antiguos, se pongan de acuerdo y cambien de estrategia. La faena de un crítico es salvar el mundo que ellos aman. Mi faena como lector es comprar libros que me gustan —sin que nadie me coma la cabeza diciendo lo que tengo que dejar o empezar a leer… esa es una premisa que tengo muy clara desde que era un crío— y como escritor esforzarme para que mis libros cada vez sean mejores, que tengan la máxima difusión para rentabilizar un año de curro intenso y que gusten cada vez más a mis lectores. Ahí empieza y acaba mi compromiso.
Si se siguen haciendo las cosas como hasta ahora y el género no se reivindica y logra llamar la atención del gran público, lechugas, huevos y pollo acabarán en el mismo estand. Y nadie tendremos poder moral para ir a un librero a decirle: oiga, que esta metiendo toda la casquería en el mismo cajón, porque el librero te dirá: el cajón es mío y lo monto como a mí me da la gana… dame las gracias porque todavía lo tengo abierto para ti.

Por otro lado, Luís, ¿de verdad queremos que nuestro reflejo comercial sea Chile? Con todo el cariño para mis amigos chilenos, creo que ese no es el camino. ¿Avanzamos o retrocedemos? ¿Chile en venta de libros está por encima o por debajo de nosotros? Por aquí amenudo se deja caer José Luís y Teobaldo, lo mismo ellos nos ponen al día y nos llevamos una gran sorpresa y Chile es la panacea en la que quieren verse reflejados los mercados europeos, pero me da la sensación de que no es así.

Aunque comparto la incertidumbre sobre el mercado eletrónico, creo sin embargo que la ciencia ficción será uno de los géneros mejor acogidos, y diría incluso que de los que más potencian este tipo de chismes, por pertenecer a un público generalmente más al día en cuestiones tecnológicas.

Al menos hasta que el que el lector habitual de El niño de pijama a rayas lea en un lector electrónico, y para eso aquí en España, quedan años...

No confundamos avances tecnológicos con cambio de gustos en el lector general.
Es decir, el lector de género tiene un perfil: le gusta la ciencia ficción y le gusta la tecnología. Hasta ahí correcto. Pero no nos veamos reflejados en el mundo exterior. Cuando hablemos de lector potencial, no pensemos en nosotros mismos, sino que tengamos en cuenta a nuestra amiga María, de cuarenta tacos, que es el perfil prototípico de lector consumidor de libro; pensemos en la universitaria que busca novelas en la sección de clásicos. Pensemos en el chaval que se tira horas y horas viendo pelis y series de cifi y lee mucho juvenil. Porque ese es el gran pastel a repartir, no nosotros que estamos deseando dar un paso más en la evolución del ser humano.
El pastel está en los que temen la tecnología, no en los que estamos esperándola con los brazos abiertos.
Y aun así, como bien dices, el lector de El niño de pijama a rayas no llegará hasta dentro de un porrón de años... mientras tanto ¿qué? A mí no me apetecería ver que editoriales como Omicron, Ajec, Sirius o Parnaso se fueran a tomar por viento, como ya se fueron otras por apostar por un tipo de género que no renta. A mí me encantaría que prosperaran y se hicieran millonarios a base de vender buenos libros, pero parece que esa no es la tónica.
Es más, los autores tradicionales de fantasía abandonan el barco y empiezan a pasarse a la novela histórica. ¿Tránsfugas? No, supervivientes. ¿O es que alguien dejaría su puesto de trabajo para irse a otro lado donde le pagaran la mitad?
Aquí algo falla y empieza a oler a pelo quemado. Y con utopías que jamás se van a llevar a cabo no se avanza. Se avanza con practicidad y muy conscientes de lo que pide el público general. Si le vuelves la cara a esa gente, mal vamos.

Siempre he creído que la crítica buena se encuentra en la confrontación de la realidad con la practicidad; son aquellos críticos que dejan a un lado sus egos y bajan al barro a mancharse los pies. El pueblo no quiere un gran orador que le diga lo que es mejor o peor para él; el pueblo quiere cosas divertidas y cosas que le ayude a pasar la vida de la mejor manera posible. Algunos tendrán gustos más exquisitos y otros querrán el libro para pasar el rato.

Claro, hablaba más de un aumento temporal de protagonismo que de conseguir lectores. Para mí la ciencia ficción en este país es ahora mismo una etiqueta podrida, y necesita, como tú dices, medicina de la buena.

Estoy seguro de que una novela de ciencia ficción sobre viajes en el tiempo medianamente documentada y que no se comería una rosca, podría venderse como histórica y tener las ventas propias de ese género.

¿puedes poner un enlace a ese debate?

http://www.sedice.com/modules.php?name=Forums&file=viewtopic&t=35253

Pero todo junto, que se parte por la falta de espacio.

He intentando pergreñar cuatro cosas sobre “mis ideas” para revertir la mala fama comercial de la CF. Es difícil, lo dejo para esa conversación pendiente que tenemos (que ya va siendo hora), o en su defecto, un día que tenga las ideas más entonadas. Porque yo creo que sí podemos hacer ALGO. Que conste que a mí me parece EL TEMA. También te digo que no es la misma problematica la de David Mateo, con siete libros en marcha, que otros que ya quisiéramos y que nuestro problema es Lanzamiento (y no romperse las patas en el aterrizaje).

Respecto a clasificarse como autores. Yo aconsejo no autolimitarse, Y ya está. Que puedes vivir cojonudamente de los derechos, felicidades, que los derechos no dan para tanto pero tu supuesta excelencia (el underground, que digo yo) te abre puertas para “atípicos”. Guapo. Saber explotar el mercado de encargos, artículos, columnas, talleres, jornada, (y no toco el tema de concejal de cultura (o aparatchick que se dice) también es una salida profesional la mar de apetecible (y es aquí que digo que en este campo importa más a quién vendes que cuántos vendes, es la pura realidad).

Siempre estarás a tiempo de decirte, pues mira, como mi Harry Putter ha funcionado de vicio, casi que dejo lo del suplemento cultural en La Voz de Reus… Y los dos mil euritos que me saco...

Y también está el señor que no es “escritor a título principal”. Y para quien los mil, dos mil o 3 o 4.000 euretes de derechos van muy bien llegado septiembre. Es cuando su señora le dice, Ernesto, que bien hiciste en ponerte a escribir, que embotellando barcos no sacabas ni pa la botella. Además en su pueblo pues “es alguien” y conoce gente interesante y se lo pasa bien.

Para bien o para mal, no es uno el que dice, yo seré del tercer tipo de escritor, es el mercado el que te pone ahí.

Perdona el rollo

Esta mañana, un buen amigo me decía que todos debemos tener muy claro dónde estamos para saber lo que podemos pedirle a la literatura.
Yo con esos cinco libros no me considero nadie, simplemente un currante que se ha tirado cuatro años escribiendo como un condenao y ha logrado ir colocando sus obras.
Este blog es obra de una constancia. Todo se resume a trabajo, trabajo y trabajo... y dejarse las pestañas en la pantalla.
¿Sabes cuántas palabras he escrito en los últimos cuatro años? 1.274.306 es decir, siete libros de los cuales dos todavía siguen inéditos. Y un par de novelas cortas que no cuento.
Lo que buscan los editores, hoy en día, es constancia en sus autores. Hace un par de años me reunía con un editor en Barcelona y quedaba con él en, menos de un año, presentar un libro. En diez meses lo tuvo encima de la mesa, corregido y listo para que pasara por las manos de los profesionales de la editorial.
Como bien dices, el escritor se construye a sí mismo, pero no echando la lotería, sino escribiendo como un descosido. Y aun así, hay grandes tipos que se quedan en el camino.

La verdad ese que es un debate interesante, pero a ver qué hacemos para intentar "levantar" el género de la ciencia ficción. Porque una de las razones de sus bajas ventas es que la etiqueta "ciencia ficción" es rechazada por muchos sectores -elitistas o no-, que ven en las novelas de este género poco más que insulsas novelas de naves espaciales. Como ejemplo, el fin de semana pasada le escuché a una crítica de televisión en la radio que no tenía pensado ver la serie de Alex de la Iglesia porque era de ciencia ficción y ese género no le interesa. Mal vamos si en España hay críticos con tan corta amplitud de miras.

Ya veréis cómo al final cuelgan al género una etiqueta como la de "novela gráfica" que le ponen ahora a los cómics. (Como en el DVD de "La muerte de Superman", donde ponía "Basada en la novela gráfica best seller en 1 994"...).

Aunque creo que, si una novela es buena, se le mete marketing y se le "tapa" convenientemente el género al que pertenece, podría llegar lejos.

¿Cómo lo arreglamos? Ufff... ni idea. Hoy mismo he acompañado a mi novia a entregar una baja a su jefe. Es decir, el jefe supremo de un gran almacén con librería que tiene su sección de cifi y fantasía. Ya que se ha dado este debate, he dejado caer la posibilidad de la subdivisión de géneros y la mejor clasificación de libros. La respuesta no ha sido muy positiva que digamos. Es más, me ha dicho, palabras textuales: por consejo del responsable de librería vamos a reducir la sección de género aún más y vamos a dejar espacio sólo para novela negra y terror.
El problema de que la cifi no prospere no radica en nosotros, lectores y compradores habituales de libros de cifi. El problema viene del resto del mundo que no se siente atraído por la cifi. La tarea a partir de ahora es colosal. Hay que convencer a ese mundo de que compren libros de ciencia ficción, y para ello no creo que sea aconsejable crear subdivisiones y etiquetas que enrevesan más el asunto. Dios mío, tendríais que haber visto la cara de este hombre cuando le he dicho la propuesta.
Las decisiones y peticiones deben ser coherentes, no ilógicas. Sobre todo teniendo en cuenta la realidad del mundo en que vivimos.
Y, ojo, parece que estoy oficiando de abogado del diablo, cuando como escritor me encantaría que todos los géneros prosperasen para poder saltar de flor en flor y elegir en cualquier momento el que más me apetezca. Pero en este momento, hay géneros en los que no endeudaría un año de mi vida como escritor.

He hecho un relatillo para la ocasión y lo he colgado en Tierra de Leyendas. Para quien le interese y no sepa llegar, dejo el link ;)

http://www.sedice.com/modules.php?name=Forums&file=viewtopic&p=1079745#1079745

Al mismo tiempo, Victorino, una vez se acabó el libro que había comprado cuatro días atrás, estaba fuera de sus cabales.
―¿¿Cómo que 50% cyberpunk?? ¡¡Pero si se pasa el protagonista el 90% del libro con sus ralladas mentales!! ¡Menuda estafa! ¡Estos de la editorial no se enteran!
Y así, Victorino se conectó a internet con un solo fin: denunciar el etiquetado fraudulento, y quizás deliberado de las obras para vender más a costa del lector indefenso. Ya no era Victorino, era Endegalcio, y por Gibson que rodarían cabezas.


Jajajaja, que bueno.
Grande, Endegal, muy grande.

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