jueves, marzo 4

Me llamo...

Mi cerebro es finito. Las pequeñas celdas que componen los distintos apartados de mi cerebro están repletas de nombres de niños. Nombres de niños que se intercambian unos por otros hasta conformar columnas interminables, casi infinitas. Rosa, Viçent, Mar, Ilyas, Héctor, Claudia, Carlos, Salomé, Ibah, Nayara, Aishlin, Lara, Jaime, Santi, María (esta nomenclatura ocupa hasta cuatro celdillas diferentes), la niña antiguamente conocida como Alba y que ahora se llama… mmmm… mejor ni lo intento (sí, hay niños que se rebautizan en el devenir diario). Mi vida es confusa en ese sentido. Al cabo de la semana puedo llegar a manejar alrededor de 150 niños diferentes, al cabo del año la cifra se dispara a los 500 o 600. Y lo peor de todo es que cada niño exige que te aprendas su nombre y lo pronuncies correctamente cada vez que te refieres a él. Por supuesto, mi memoria es finita y constantemente caigo en el error. En Villarreal a Jaime lo llamo Santi y a Santi lo llamo Jaime, por suerte, el resto de chicas se llaman María (excepto Laura, que se llama Laura) y no tengo demasiados problemas, hasta que se me enumeran como María 1, María 2 y María 3 y entonces tengo que esforzarme por recordar el orden de los números. En Onda se me olvida el nombre de Ainoa cada dos por tres, así que decidí memorizar aquello de Ainoa Arteta, pero como Arteta también se me olvida, inevitablemente también se me escapa lo de Ainoa. A Claudia la tengo bautizada como Claudia Schiffer —problema resuelto—, luego tengo dos Viçents muy peculiares (uno en Villarreal y otro en Onda) pero como ambos poseen una personalidad muy marcada tengo puntos a mi favor para que no se me olviden. En Onda son ocho chavales, pues bien, hay que tener mala suerte para que coincida una que se llame Sara y otra que se llame Lara (¿cuántos niños pueden haber en Onda? ¿Mil doscientos? ¿Dos mil?); la mayoría de las veces que voy a nombrarlas, cierro los ojos, rezo un padrenuestro y lanzo un nombre el azar, si su rostro no muestra demasiada indignación, estimo que he acertado… si no, bronca al canto.
En 6ºB del Avelí Corma tengo la clase de las chicas. Solo hay dos chicos (pobrets) y tropecientas chicas. Pues bien, me los sé casi todos… casi todos… excepto el de una chica que se llama Leila y sus amigas la llaman Lily. Por supuesto, a mí se me ha quedado el diminutivo de Lily en la cabeza (por aquello de Lilith, la demonia), pero me da corte llamarla así porque es el nombre que utilizan todas sus amigas, así que aún recordando su nombre de guerra, la mayoría de las veces me tengo que calfar las neuronas para dar con el huidizo nombre de Leila. Sí, es terrible. Baile de neuronas. Plomos fundidos. Celdillas atestadas de nombres de niños. ¡¡Que ganas tengo de que lleguen las vacaciones!!

By David Mateo with 5 comments

5 comentarios:

Te compadezco. Yo llevo 22 y me las veo canutas.

Algunas veces concilio el sueño contando niños, como hace Arya, la niña de Canción de Hielo y Fuego: Aishlin, Fernando, Mario, David 1, David 2, Pau, Nayara, la niña antiguamente conocida como Alba...
Nunca he llegado al niño número 77, siempre me he quedado fundido antes.

Tú tranquilo, Dani, que eso nos pasa a todos XD

En marketing de nivel se usa el listado con foto... Te preguntarás como un presidente de lo que sea llama por su nombre a miles de tios, pues así... Antes se repasa al personal con listados con fotos... Pero claro, me da que Camps cobra más que tu (también gasta mucho, es verdad)... En la mili, había un truco muy bueno...
"Soldado Sim, mi sargento, quiero preguntar si...".

Prácticas militares. Mmmmmm... me las apunto.

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