viernes, septiembre 3

La llamaban Marie Park

A veces pienso que los escritores no somos muy conscientes del grado de sufrimiento al que sometemos a nuestros protagonistas. Un grado de sufrimiento que, en ocasiones, alcanza lo inverosímil. Este verano me zambullí de lleno en la obra de Patrick Graham. Mi buen amigo Luís Martínez me recomendó «La hija del Apocalipsis», pero antes de ponerme con esa segunda novela decidí leerme «El evangelio del mal», más que nada por seguir ordenadamente las peripecias de su protagonista, Marie Park, una agente del FBI, con poderes de médium, que sigue la línea continuista de otros detectives como Clarice Starling, Charlie Parker o Aloysius Pendergast.

Pues bien, volviendo a los inicios de la entrada, debo deciros que esta buena mujer es el personaje más maltratado de la literatura anglosajona. El hecho de que perdiera a su marido y a su hijo en un accidente de tráfico y, a partir de ese momento, se convirtiera en un radar viviente para todo tipo de engendros y de espíritus perturbados, es lo más bonito que le ha podido pasar. En sus labores de médium, se mete en el pellejo de las víctimas de los asesinos y experimenta cada una de las cuchilladas, desollamientos, desmembramientos y destripamientos que se producen a lo largo de la novela. Pero aún hay más. Un demonio la crucifica en los sótanos de una iglesia y su mente acaba emparedada junto a la de una monja loca del siglo XIV. Pero esto no es todo. Cuando piensas que es imposible que Marie Park pueda sufrir más, arranca «La hija del Apocalipsis» y te enteras de su verdadera infancia; una infancia que hasta ese momento ha permanecido retenida en su memoria. Como era de prever, la niña creció en hogares de acogida –la mayoría borrachos y furcias que le hacían la vida imposible-; hasta que un buen día un asesino itinerante se carga a sus padres de adopción, secuestra a la pequeña Marie y se la lleva en el maletero de su coche hasta una granja perdida en medio del bosque. Este buen hombre se dedica a encarcelar a los hijos de sus víctimas en pequeños nichos y los trata como si fueran sus propios vástagos hasta que alcanzan la mayoría de edad, entonces los desmiembra y los tira al lago. En ese ambiente tan lúdico y protector pasa Marie Park sus primeros días de encarcelamiento forzado, hasta que por un descuido de Daddy, logra escapar de su zulo y los planes del psicópata se ven truncados cuando aparece la policía estatal. Por supuesto, muchos años más tarde, Daddy retorna a las vidas de sus víctimas para ir asesinándolas una por una junto a sus respectivas familias. Marie Park se convierte en la última víctima, la guinda del pastel. Así que tras una sesión terapéutica, Daddy envenena la bebida de Marie Park y… ¡¡NO!! ¡¡Hasta aquí!! ¡¡No cuento más!! Si queréis conocer el resto de las desventuras de Marie ‘Masoca’ Park compraros «El evangelio del mal» y «La hija del Apocalipsis».
Y sí, pese a las burradas increíbles que le pasan a esta bollera recalcitrante con inclinaciones psicópata-depresivas, debo deciros que las novelas son entretenidas y el estilo de Patrick Graham, entre lo comercial y lo bestselleriano, se dejar leer muy bien, metiéndote de lleno en las escabrosas escenas que se lleva entre manos.


By David Mateo with 3 comments

3 comentarios:

¡Vaya! No sabía que la historia continuaba... ¡Gracias!

No continúa. Son historias independientes. Pero el personaje principal es el mismo.

Me alegra haberte descubierto algo interesante... :P

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